Esta reflexión viene inducida por el revuelo y la polémica actual sobre donde ubicar el cementerio nuclear. Solo puedo decir que ahora toca apechugar con las consecuencias de las centrales nucleares, infinitamente más peligrosas. En algún sitio tiene que instalarse el cementerio nuclear. Parece que hay un consenso mayoritario para la construcción e instalación de ese cementerio, sí pero no, que no sea en mi casa. Los ciudadanos cabreados con esos políticos que apuestan porque su municipio sea candidato para la instalación del cementerio, digo, que a estos ciudadanos ahora también les toca apechugar con las consecuencias de la elección de esos políticos. Todo esto viene a cuento, porque ya está bien de quejarse y acordarse de Santa Bárbara solo cuando truena. Los fabricantes y capitalistas llevan muchísimos años intentando colarnos el coche eléctrico dependiente, con baterías recargables en la red eléctrica general, por la puerta trasera y bajo el supuesto beneficio ambiental; pero últimamente están empleando todas sus armas monetarias y mediáticas. Lo más grave es que “demasiados peces gordos están picando el anzuelo o quizá pescando”. Entre 1832 y 1839, el año exacto es incierto, el hombre de negocios escocés Robert Anderson, inventó el primer vehículo eléctrico puro y ya ha llovido, lluvia ácida, desde aquellos años. Escasas y débiles son las posibilidades para generalizar los motores eléctricos dependientes en la automoción privada, actualmente impulsada por petróleo, responsable de más del 50% de las emisiones causantes del cambio climático en nuestras ciudades, salvo que se sustituyera toda o prácticamente toda la energía producida por las centrales nucleares o térmicas por otras alternativas como la solar o eólica. Pretender que el coche eléctrico dependiente sustituya al coche impulsado por petróleo, hoy por hoy, es una quimera como ayer o cuando menos sería una estafa, sí, porque al ciudadano no le costaría menos que los actuales combustibles, seguiría esclavo de esos usureros, porque esa energía está en manos de los capitalistas y el medio ambiente no tendría ningún beneficio. También en estos días hemos conocido que los ecologistas calculan que los 22.000 megavatios que de media consume España de madrugada son el equivalente a la producción de 22 centrales nucleares; pues imagínense 15 o 20 millones de vehículos enchufados en la red eléctrica general, sería la excusa perfecta para incrementar la producción eléctrica con más centrales nucleares o térmicas, ¿Cuántas centrales nucleares o térmicas necesitaríamos? …. ¡ 22, 22, 22 y… 22, 22, 22 y….! Además me pregunto, ¿Quién las quiere cerca o lejos de su casa? ¿Dónde están las organizaciones ecologistas en este tema? Para cuidar el medio ambiente, creo que hay que poner en marcha, a tope, a todo gas, de una puñetera vez las energías alternativas como la solar o eólica apoyándolas al máximo, por ejemplo liberándolas de impuestos, eliminando las innumerables trabas, incluso burocráticas, para su instalación e implantación. Que se apoye la puesta en marcha del Vehículo Eléctrico Independiente, que también está todo inventado, autosuficiente produciendo la energía que necesita, como por ejemplo el coche solar combinado con turbina eólica o con pila de hidrogeno, que no de hidrógeno dependiente, el cual también quieren colarnos. Mientras tanto y durante la transcisión a los vehiculos independientes, porqué no se apoyan los combustibles naturales, no contaminantes, para que sustituyan en una buena parte mezclándolos con los del petróleo. Aquí hay que recordar que el inventor del motor diesel, Rudolf Christian Karl Diesel, utilizó como combustible, antes que el petróleo, aceites vegetales de palma y cacahuete. Hay que incentivar estos biocombustibles, autorizándolos y liberándolos de impuestos, para que sus precios sean equiparables o más baratos que los del petróleo, que ya lo son los aceites (malos) a 70 u 80 céntimos de euro el litro en los Supermercados. Hay que eliminar todos los obstáculos y liberar el uso de los biocombustibles, poner en valor y en producción más de la mitad del territorio español y europeo abandonado e inproductivo, sembrándolo con plantas productoras de estos biocombustibles. Con ello, lo que perdiera el Estado en impuestos sobre estos combustibles, lo ganaría el estado más que de sobra con la riqueza y el empleo que generaría, a los que habría que sumar los impuestos que esta misma riqueza y empleo aportarían; además del gran beneficio ecológico obtenido por añadidura. Con tanta subida de los precios e impuestos de los combustibles, mucho me temo que estemos a un paso de que en España ocurra lo mismo que ocurrió en Italia, los italianos se lanzaron, como un primer día de rebajas, a los supermercados a comprar aceites baratos y malos para quemarlos en los coches, porque eran más baratos que el gasoil y porque se pueden mezclar en los modernos vehículos diesel sin ningún problema hasta un 20% o más y con ligeras adaptaciones del motor podrían funcionar al cien por ciento solo con aceite orgánico. El Estado debería hacer suya esta causa, arrastrando también a
Moraleja:
¡Antes de picar el anzuelo,
piénsatelo bien tontuelo!
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